Santo Domingo, República Dominicana. – En los últimos días, el aumento de casos de suicidio en jóvenes nos confronta con una realidad profundamente alarmante. Desde la perspectiva psicológica, el suicidio no debe entenderse como un acto impulsivo, sino como el desenlace de un sufrimiento sostenido, muchas veces invisibilizado y relacionado con trastornos como la depresión, el aislamiento social, la presión externa y la falta de contención emocional.
La depresión en adolescentes continúa siendo minimizada o malinterpretada. Signos como la tristeza prolongada, el retraimiento o la sensación de desesperanza suelen confundirse con “crisis normales de la edad”, lo que impide una intervención oportuna. A esto se suman factores agravantes como el acoso escolar, la presión académica y el impacto nocivo de la sobreexposición a redes sociales, que muchas veces distorsionan la percepción de la realidad y el valor personal.
Frente a este panorama, se hace urgente la promoción activa de la salud mental desde edades tempranas. Es fundamental fortalecer los vínculos afectivos en el hogar, las escuelas y la comunidad, además de garantizar el acceso a servicios de apoyo psicológico accesibles y de calidad.
Escuchar con empatía, brindar contención emocional y actuar a tiempo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Como sociedad, no podemos seguir desatendiendo este llamado. La prevención del suicidio juvenil no es una opción: es una responsabilidad colectiva.
@lcda.fatielylora