Desde su llegada al poder en 2020, el presidente Luis Abinader ha marcado una ruptura con prácticas del pasado, impulsando un modelo de gobierno que apuesta por la transparencia, la institucionalidad y el desarrollo sostenible. Su visión de futuro para la República Dominicana se sostiene sobre pilares firmes como la profundización del cambio, la justicia independiente, el crecimiento económico con equidad y una apuesta clara por la modernización del aparato productivo, especialmente el agrícola.
Uno de los mayores logros del gobierno de Abinader ha sido su compromiso con una justicia independiente. Por primera vez en décadas, el país ha presenciado procesos judiciales en los que se investiga a exfuncionarios de alto nivel sin que el poder político intervenga. Esta separación de poderes no solo fortalece la democracia, sino que envía un mensaje claro: en el nuevo rumbo del país, nadie está por encima de la ley.
El presidente ha insistido en que el cambio no puede ser superficial, sino profundo. Esto implica transformar las estructuras del Estado, eliminar privilegios y construir instituciones sólidas. La “profundización del cambio” que promueve Abinader se manifiesta en iniciativas como la reforma policial, la mejora de los servicios públicos, la digitalización del Estado y la lucha contra la corrupción.
En el plano económico, el país ha mostrado señales de recuperación y crecimiento, incluso tras el impacto de la pandemia. Abinader ha apostado por un modelo de desarrollo sostenible, donde el crecimiento no se mida solo en cifras macroeconómicas, sino también en calidad de vida, oportunidades para todos y sostenibilidad ambiental. Proyectos de energías limpias, inversión en infraestructura y apoyo a las MIPYMES son muestra de esta visión integral.
La agricultura, un sector históricamente rezagado, ha recibido una atención renovada bajo su mandato. La tecnificación, la modernización de los sistemas de riego y el acceso a financiamiento para pequeños y medianos productores forman parte de una estrategia para garantizar la seguridad alimentaria, aumentar la productividad y dignificar el trabajo del campo. Se está sembrando hoy para cosechar un campo más justo y eficiente mañana.
La visión de desarrollo del presidente Abinader no se limita a su período de gobierno. Él ha planteado una meta a largo plazo: convertir a la República Dominicana en un país desarrollado de cara al 2036. Este proyecto trasciende lo político y se convierte en una causa nacional, que requiere la participación activa de todos los sectores: público, privado, académico y social.
Esta meta país hacia el 2036 implica inversiones estratégicas en educación, innovación, salud, institucionalidad y sostenibilidad. Se trata de construir una nación más competitiva, justa y preparada para los desafíos globales. Para ello, se han impulsado alianzas público-privadas, planes de infraestructura y programas sociales enfocados en reducir la desigualdad.
Pero lograr esta visión no estará exento de desafíos. Persisten resistencias al cambio, estructuras clientelares y desigualdades históricas que limitan el acceso a oportunidades. Además, el futuro exige liderazgo constante, diálogo político y continuidad de políticas públicas más allá de los ciclos electorales. La visión debe ser de país, no de partido.
No obstante, el camino ya está trazado. Abinader ha demostrado que sí es posible gobernar con responsabilidad, sin populismo ni improvisaciones. La ciudadanía debe mantenerse vigilante, pero también esperanzada. Si el cambio se profundiza con firmeza y coherencia, el país puede dar el salto hacia el desarrollo sostenible que por décadas ha parecido inalcanzable.
En conclusión, la visión de futuro del presidente Luis Abinader combina justicia, institucionalidad, desarrollo económico y sostenibilidad. La meta al 2036 es ambiciosa, pero viable si se mantiene el rumbo. República Dominicana tiene ante sí una oportunidad histórica para transformarse, y el liderazgo actual ha dado el primer paso hacia esa gran meta nacional.