Desde que asumió la presidencia en agosto de 2020, Luis Abinader ha marcado un antes y un después en la vida institucional de la República Dominicana. Con el lema del «cambio», su gestión se propuso transformar la manera en que se gobierna, priorizando la transparencia, la eficiencia y el desarrollo sostenible. Cuatro años después, al ser reelecto en 2024, el pueblo dominicano reafirmó su confianza, dándole luz verde a una nueva etapa: la profundización del cambio.
Esta segunda etapa no es simplemente una continuación. Es una fase superior en términos de visión y ejecución. El presidente Abinader ha comprendido que los cambios estructurales necesitan tiempo, constancia y voluntad política. Por eso, su gobierno ha intensificado el ritmo, llevando a cabo una agenda activa de inauguraciones, reformas y obras que impactan directamente en la calidad de vida de los ciudadanos.
La transformación que vive el país se manifiesta en múltiples áreas: infraestructura vial, salud, educación, seguridad ciudadana y desarrollo económico. Desde modernas carreteras hasta hospitales de última generación, pasando por programas de apoyo a emprendedores y a sectores productivos, se está sentando la base para un país más competitivo y equitativo.
Uno de los pilares de esta profundización del cambio ha sido el enfoque descentralizado. El presidente ha visitado todas las provincias, escuchando de primera mano las necesidades de la gente. Las obras no se concentran ya en el Gran Santo Domingo; se distribuyen equitativamente, llevando desarrollo donde antes solo había promesas.
La visión de Abinader no se limita al presente. Él ha sido claro: quiere que, al concluir su mandato en el 2028, la República Dominicana sea un país más avanzado, institucionalmente fuerte y con una economía sólida. Su meta es dejar un legado que trascienda gobiernos y partidos: un país encaminado a ser desarrollado.
La estabilidad macroeconómica que ha mantenido su gestión, incluso en tiempos globales difíciles, como la pandemia y las crisis internacionales, es una muestra del compromiso con un modelo de desarrollo sostenible. Las inversiones extranjeras siguen llegando, el turismo ha alcanzado cifras récord, y el empleo formal continúa creciendo.
Pero no se trata solo de cifras. El cambio también se ve en la confianza del ciudadano. La percepción sobre el manejo de los recursos públicos ha mejorado, la lucha contra la corrupción ha tenido avances significativos y la institucionalidad se ha fortalecido. Estos son logros que la población valora y que explican por qué se renovó el mandato presidencial en 2024.
El presidente no ha caído en el conformismo. A medida que avanza su segundo mandato, su ritmo de trabajo se intensifica. Cada semana hay nuevas inauguraciones, visitas permanentes y proyectos en marcha. Luis Abinader ha asumido el compromiso de trabajar hasta el último día con la misma energía que tuvo el primero.
La frase «es tiempo de profundizar el cambio» no ha sido solo un eslogan electoral; se ha convertido en una guía de acción. Y lo que estamos viendo ahora es la cosecha de una siembra bien planificada, honesta y con visión de futuro. El país está cambiando, y lo está haciendo con paso firme.
Si esta tendencia continúa, el cambio iniciado por Luis Abinader no se detendrá en el 2028. Su legado podría ser la base para un nuevo modelo de gobernabilidad dominicana, donde lo normal sea avanzar, construir, incluir y desarrollar. La historia lo dirá, pero los hechos de hoy ya están escribiendo las primeras líneas de un futuro que parecía lejano, y que ahora, gracias al cambio, está cada vez más cerca.