La Deshumanización al Ingresar a una Clínica Dominicana

Por Juana Domínguez

El «Terrorismo de la Salud» no es un concepto dramático, sino la cruda realidad que enfrentan miles de pacientes en la República Dominicana, donde la atención médica de emergencia queda secuestrada por la avaricia económica y la burocracia desalmada. Se define en ese lapso de horas en que el dolor y la vida del paciente son puestos en pausa, subordinados a la firma de un «contrato notarial» que exige un garante económico como si se tratara de un préstamo bancario.

Esta práctica, abusiva y descarada, convierte a las clínicas privadas en centros de extorsión disfrazados de atención médica, violando la esencia misma del juramento hipocrático y los derechos fundamentales del paciente.

*La Experiencia que Desgarra la Humanidad*

Mi propia experiencia, reciente y traumática, tuvo lugar en un reconocido centro médico de Santo Domingo. Recién llegada de un viaje de trabajo y sufriendo una severa crisis de gastritis aguda –dolores que ya habían requerido asistencia médica en el exterior–, me presenté sola en la sala de emergencias.

Lo que siguió fue un calvario de más de tres horas de espera revuelta en lágrimas de dolor. Residentes y estudiantes de turno se limitaron a tomar mis signos vitales a la tercera persona, ignorando mi síntoma inicial. La solicitud desesperada de medicación y de ver a una especialista era constantemente rechazada: «después que tengamos su analítica la llamaremos.» La respuesta a mi insistencia era «Aquí sabemos nosotros.» El personal se dedicó a preguntas absurdas sobre mi viaje de trabajo en Colombia, como si mi dolor tuviera algo que ver con la calidad de la comida o si había subido a un cerro. Mi súplica de ser medicada fue ignorada.

Finalmente, tras la llegada de un vecino a quien había avisado, me administraron un medicamento suave, un Sertal Simple, completamente insuficiente para un dolor de más de 24 horas. La doctora me advirtió: «Si el dolor no pasa, la internamos.» Por supuesto, el dolor no pasó.

*De Paciente a Deudor: El Contrato de Garante*

Aquí es donde el terror se consumó. Se me indicó que mi vecino debía acompañarme a la caja para el ingreso. Al negarme a que él manejara mis datos personales por ser solo un acompañante, se me presentó un formulario. Lo llené, incluyendo los datos de mi vecino en la sección de acompañante, bajo la creencia de un simple registro.

La sorpresa aterradora fue cuando mi vecino, al ir a firmar el papeleo, se encontró no con un recibo, sino con un contrato de GARANTE y un espacio para la firma de un NOTARIO. Este documento lo comprometía a pagar la totalidad de mis gastos, a pesar de yo contar con un seguro médico full y confiable. El dolor me obligó a aceptar esta extorsión para poder ser atendida.

Tras la firma, fui trasladada a la habitación «suite» más costosa que cubría mi seguro (las más simples «no estaban disponibles», según una secretaria más preocupada por su peinado que por la emergencia). La habitación no tenía sábanas ni funda de almohada, el suelo estaba mojado y, al revisar una gaveta, mi vecino encontró cucarachas. Además, la bolsa de suero que me habían colocado estaba llena de mi propia sangre coagulada y sin recibir mantenimiento.

Ante la falta de higiene, el peligro de caída y la desatención, decidí salir.

*La Violación a los Derechos del Paciente*

La decisión de irme inició un nuevo calvario. Desde las 12:00 a.m. hasta las 3:00 a.m., con un dolor que persistía, tuve que esperar de pie a que me dieran el alta. En un acto de total indiferencia, la enfermera se negó a retirarme el suero, argumentando que ya me iba. Lo insólito es que tuve que ir a otro centro médico para que me retiraran el suero lleno de mi sangre y, finalmente, me medicaran de forma efectiva.

Este caso no es solo una falta de ética; es la violación sistemática de los derechos fundamentales del paciente, que son universales y deberían ser sagrados en cualquier institución de salud:

1. Derecho a la atención oportuna y de calidad: La espera de horas y la negación de medicación por trámites económicos es una negación de este derecho.

2. Derecho a no sufrir dolor innecesario: Dejar pasar horas de dolor para garantizar un pago es un acto de crueldad.

3. Derecho al consentimiento informado: Se forzó la firma de un contrato de garante bajo la desesperación y sin la debida explicación y transparencia notarial.

4. Derecho a la privacidad y confidencialidad: Se intentó obligar a una persona sin vínculo familiar a manejar mis datos personales y financieros.

5. Derecho a la dignidad: La atención negligente, el entorno insalubre (agua en el piso, cucarachas) y el trato despectivo atentan contra la dignidad humana

*Un Llamado Urgente a la Regulación*

El Terrorismo de la Salud se define cuando la vida y el alivio del dolor pasan a ser una negociación. Mi experiencia –y la de muchos dominicanos– demuestra que el dolor y la vulnerabilidad son explotados para asegurar el cobro, incluso por encima de la cobertura de un seguro médico robusto.

Es aterrador pensar en lo que sucede a quienes no tienen un vecino que los acompañe, un seguro full o la capacidad de pagar estas extorsiones. No podemos permitir que el negocio se anteponga al bienestar. Es imperativo que las autoridades competentes, como la Superintendencia de Salud y Riesgos Laborales (SISALRIL), y la Dirección de Información y Defensa de los Afiliados (DIDA), actúen como un verdadero órgano regulador y pongan fin al abuso de exigir «garantes notariales» en emergencias.

Es hora de que las clínicas asuman su responsabilidad social y dejen de ejercer este terrorismo. La salud es un derecho, no una mercancía sujeta a un contrato notarial.

 

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